Algunas costillas viejas...


LA CULPA

Hay un punto en que uno, no puede odiarse un solo día más.
Y urge declarar que ya esta bueno.
Que cualquiera que hubiera sido el pecado, la pena ( a esa altura ), debería estar bien pagada.
Y que, vaya a saber uno por qué, cómo, quién y cuándo.
Pero ya basta.
Entonces, hay que pararse urgente en la punta del mástil más alto de su propia historia; allá en el carajo de los carajos, y llorar.
Llorar largo y tendido.
Sentir que nada se ve claro, ni por los ojos.
Y tantearse.
Tantearse lento,
las mierdas y los aciertos,
los hombros,
los amigos,
el patio de atrás,
los hijos,
las caídas,
las negaciones,
las traiciones,
los vivir y dejar vivir,
los miedos,
todo...
Si las manos y el alma alcanzan,
todos al mismo tiempo.
Y enterrar allí mismo (en el aire),
los muertos,
los mal nacidos,
los asesinados,
los olores nauseabundos de las cosas no perdonadas,
la puta culpa con toda su corte y sus domingos,
el dolor inmenso de ser lo que se es,
no más.
Y escupir,
y escupirse.
Y decirse que si; que tal vez lo haría de nuevo.
Con otro elenco; e incluso, en otro escenario.
Y que duela.
Que duela de una vez y para siempre;
y duela en serio.
Que no se abran sótanos para archivar ningún dolor.
Y llorar de nuevo.
Y quedarse sin Dios,
ni madre,
ni catalejos.
Y arrancar de cuajo la razón y sus malhechores.
Y llorar de nuevo.
Y borrar el horizonte porque, en definitiva, uno vive siempre al lado de uno mismo.
Y olvidarse sin protocolos; es decir, echar de una buena patada en el culo todas las dichas que no fueron paridas en una cama, alrededor del fuego, o con un hijo en brazos.
Después, soltar el carajo y abrazarse fuerte a lo que queda.
Bajar en silencio.
Lentamente.



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Recuerdo que entonces estabas tan cerca de mi.
Más que yo incluso, aunque eso jamás haya sido un merito.
Desde lejos, desde lo más cerca que podía estar de todo aquello,
te creía.
Creía en tu manera de mostrar las sabanas a la mañana siguiente.
En la terrible manera de ser pacífica a mi lado.
Creía en esa inocencia agazapada ante mi sombra.
Pobrecita.
Tal vez me intuía el minotauro, y no le alcanzaban los colmillos ni las piernas para huir.
O tal vez era tan fiel que se dejo morir a tu lado, solo porque para ella no había más que un sitio posible donde morir.
Yo no, ves…
Creía; pero sabía que ese creer no era hijo de ninguna fe, ni siquiera de un deseo.
Era creer del verbo más sencillo y menos prosaico que te hayas topado jamás.
Creía, es cierto, pero jamás pude tanto.
Sin embargo, tenías esos ventarrones de andar despabilando que me tomaban por sorpresa.
En esos momentos no se si te odiaba, o te agradecía.
Porque inmediatamente me asaltaban los deseos de no haber nacido.
Mejor aún, de morirme allí mismo, a tu lado, con tal de tener un solo gesto pleno en toda la puta vida.
Puta vida que en ese entonces, recién comenzaba a desprestigiarse.
Me mordían los talones los deseos de nacer de nuevo, al mismo tiempo.
De traer una sed inmensa a cuestas, una sed que rimara infinitamente con tu llegar.
Esos ventarrones tuyos.
Me venían a buscar a medianoche cuando sacaba la basura a esos insomnios baldíos.
Y te abrazaba.
De alguna silenciosa manera, lo hacia.
Me salvaba el niño, huyendo el resto de la noche.
Me trepaba a esos ventarrones y me parecía empezar de nuevo.
Vos y tu forma de avispar y ensayar las cicatrices y llamar la lluvia.
Esa manera de andar lo lejos…
Siempre te recuerdo así.
Recuerdo incluso que mis manos se esforzaban por escapar.
Que cada vez que reíamos, sentía que robaba.
Y nunca sospeche que esa manera tuya de amarme tanto, acabaría por despertar este odio terrible que me tengo.
Yo ya era un error, pero no lo tenía pasado en limpio.
Pero al lado de semejante horizonte que servías al mediodía, no había donde ocultarlo.
Ninguna de las ventanas que abriste tenía el paisaje que esperabas.
Lo sé hasta el dolor.
Deberé eso mil dioses, mil veces venir y errar de nuevo.
A veces, cuando me paro en lo alto de una mañana, cuando intuyo que estoy tan lejos de mí que podría volverte a encontrar,
me sucede.
Una canción me desbarranca,
una simple palabra me hace unas zancadillas inmensas.
Un olor a media vida antes, me pone contra la pared.
Los pocos costados flacos que me inundan, no se…
Entonces me dejo atravesar por esos ventarrones,
Me suelto la escasa vergüenza y la punta del ovillo desmadrado.
Entonces,
como siempre,
lacerante,
muda de cierta…

estás más cerca de mí
que yo mismo.


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A ¨Carlitos¨ tapiado desde la infancia.


Esa cierta clase de pájaros siniestros
que jamás llegan sanos.

Cortando con el único filo que saben
lo que jamás se toman el tiempo en aprender.

Con infancias que incineran los futuros como yuyos

Y crueldades que se multiplican sin avisar

Como con impulso de ir,
solo por sepultarte todo los intentos.

Esos pájaros que te habitan las puertas,
y no se dejan.

Y de los que arañan espaldas
y ni el peor vecino te los desea.

De esos que te avisó la sanidad
cuando ya estás dañado sin remedio.

De los que no dejes casa sola

Y te tapiaron la huída cuando estabas suponiendo.

Con esos.

Siniestros




No te subas al vuelo.



No con esos.


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Tan de barro vos y yo.

Tan de horno
y pobre al hombro
a fin de patio.

Tan de barrio colmena
y destino
que ni el amor.

Te traigo adioses
enrollados entre la axila.

Debí decírtelo antes.

Demolí esta traición y esta mentira
en este poco tiempo
que,
(Sabélo antes que te enteres)
fue cierto.

Y me voy de aquí a otro cuento.
Y a otro libro.

Quizá.

Trashumante  traidor.


Las cartas estaban acomodadas
Y me encantaba verlas bailar
al silencio de no ir a ningún lado.

A esa cosa que no tenía cercos
ni  volve temprano
que te queremos entera.

Ves…?
Nunca nos contaron ese baldío.

De gitanos al fondo de casa
traigo este despeñarme
entre la amarrada sequía.

Y esta paisana manera de sentarme
a esperar que suceda
con rifa,
fiado
y suerte.

Estamos tomando carrera.

Quietos.

Sin asustar ni espantar la consecuencia.

Como no queriendo dar sombra.

Te he llevado de paseo a la vuelta de terminales
de pueblos que jamás.

De esa me enamoré.

Hemos hecho danzar la moneda más chica
sin hueco de cerdo en la espalda.

Riendo.

Así.

Más o menos


Nos anduvimos
queriendo.



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FISURAS

Todo cabe en las fisuras.

La dicha tiene esa puta y acuática costumbre de huir
manos  y vida abajo
a lo ajeno.

Más tarde
O
 más de nuevo.

Malhiriendo  el alma
ese odioso traqueteo de canilla
manoseando  la madrugada.

Con el candado del lado de afuera
y el ayer que se invita
a invadir
con su zorro alarido

Las venas desafinadas
aferrándose y desentonando
todo

 rostros que te amansaron
huyendo de la costumbre

Plumas por doquier
en la cordura de saberte tanto
como para un presagio


Mierda en la merienda
de nuevo

Ocaso firmado al pié del pellejo

Orujo de esos días
que esta misma noche
destilan el pedo más terrible

Resaca de vos
que

ni hace falta contarte.



6 comentarios:

  1. Muy bueno este texto.
    Felicitaciones por el blog.
    Carlos Mamonde.
    http://carlosmamonde.blogspot.com

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  2. Gracias MAESTRO !!!!! Espero que nos honre con alguno de sus textos para este espacio. Sinceramente gracias por haberse arrimado al mostrador. Tiene usted cuenta corriente de vientos y giniebra de por vida.

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  3. Noelia Macchiarulo de González10 de febrero de 2010, 13:52

    hooola amigazo....acá entré a este bar tan bonito a tomarme algo de tu historia ..! con el cariño de siempre...te mando un abrazo patagónico!!!!

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  4. Hermano... cada dia mas adentro del corazón de uno te metés... hacés poemas y escribís como si escribieras con la sangre del corazón abierto...
    Le mostraba a un amigo todo esto, y me dice que no conoce la rioja.... y yo le digo que Martín Ptasik es un patria en si mismo, de la cual sin dudas yo soy patriota.
    Gracias por mostrarnos que es el alma, por compartirla. Un abrazo. Gustavo

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  5. Tus palabras tan desnudas de maquillaje.. hermoso y autentico a la vez.

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  6. Tanto has hecho jugar a mi imaginación, que ni lo imaginas... no frenes nunca la birome. Saludos! desde Yala, Jujuy.

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